martes, 30 de diciembre de 2008

Vanguardistas de la Felicidad

Aspiraciones. Desde chicos, todos debemos poseerlas. Nos enseñan a volcar nuestras habilidades para tal o cual disciplina en nuestro futuro, forjándolo, forzándolo, hasta conseguir el impagable status social que se pretende. Y en el camino, nos vamos plagando de vicios, como el dinero, el poder, los 3Ds de queso, etc… Para el momento en que nuestra alma está corrompida, ya no hay vuelta atrás. Y no sólo no somos concientes de lo que nos ha ocurrido, sino que nos damos el toupé de marginar, discriminar y casi más escupir en pleno rostro a quienes optaron por mantenerse puros en la vida. También nos permitimos llamarlos de la peor forma: mediocres. Ya que seguramente ni quien les habla, ni quien me lee pertenezca a este selecto racimo social, vamos a echar un ojo objetivo sobre estas personas.
Pregúntese para qué se esfuerza tanto trabajando y cumpliendo con superiores. Si, para llegar a ser, algún día dentro de mucho, quien dé las ordenes y no quien las obedece. ¿Y todo eso para qué? Para sentirnos mejor con nosotros mismos, para ser felices. Bueno, los mediocres, que a partir de ahora llamaremos Vanguardistas de la Felicidad, no necesitan hacer todo eso. No necesitan estos burocráticos trámites en busca de estímulos. Economizan recursos, amortizan vida, son austeros a la hora de gastar energía innecesariamente. Ellos ya econtraron la felicidad, mucho antes que cualquiera de nosotros. Realmente preguntémonos ¿Quiénes son los boludos? La sociedad nos instaura maneras estandarizadas para llegar a la felicidad, que oh casualidad son las que más beneficios les brinda a ella misma. Necio, el hombre. Clásico, necio, recio, apático y colectivo, nunca taxi.

Notará que con frecuencia podemos encontrar Vanguardistas de la Felicidad en los ámbitos que más tienen que ver con la faceta artística de las personas, sea el arte, la música, la literatura, el cine, etc. Y están presentes en éstos ámbitos justamente porque es donde más cómodos se sienten al opinar, ya que todo “es subjetivo” cuando de disciplinas humanísticas se trata. Esto otorga una cómoda impunidad.
También se dará cuenta de que el Vanguardisa es quien habla con frases que intentarán parecer complejas, pero confeccionadas con palabras básicas, por el simple hecho de que no conoce ningún léxico especializado. Veamos algunos ejemplos ilustrativos:

- Usted no hace mas que cultivar conocimientos, para tener derecho a opinión en los asuntos que más le interesan, para tener palabra autorizada. El vanguardista no. Él opina con toda la validez de su mero parecer. Un grande.
Pongamos por ejemplo una exposición de arte impresionista. Usted se habrá molestado en enterarse que es una técnica de pintura en donde suelen presentarse paisajes y escenarios estáticos sin demasiado nivel de detalle, delimitando con colores y no con líneas nítidas. Nuestros comentarios podrían arrimarse al siguiente:

“Podemos apreciar las técnicas de dripping y pincelada yuxtapuesta, utilizando tonalidades verdes y cyanóticas para lograr un contrapunto cielo-pradera”.

De la misma manera, un Vanguardista de la Felicidad, entra al salón, mira a su alrededor, como entendiendo todo, mira las piezas, mientras asiente levemente con la cabeza, y se toma la pera con la mano, entrecerrando los ojos. El Vanguardista puede bien camuflarse entre nosotros. Tiene la habilidad de sentirse uno más, y no porque se lo proponga, sino porque realmente cree que lo es. Podemos reconocerlo, sin embargo, a la hora en que abre la boca. No tanto por el tono, porque el Vanguardista puede adoptar el tono y la modulación de un intelectual. Donde falla es el contenido del mensaje. Y cuando digo “falla”, bien podría decir “acierta”. Disculpen mi prejuicio.

“Se nota que el Señor Autor de la obra, estaba quizás atravesando momentos en los que no veía las cosas con claridad. Si se fijan en la pintura en sí, la notarán mas bien borrosa. Era su intención hacernos percibir eso. Magnífico. Los colores son realmente buenísimos”.

Enseguida busca aprobación del círculo de personas que lo escucharon, y se siente satisfecho por el nivel de elocuencia logrado. Obviamente nadie lo contradice, sólo por tratarse de una persona de más de 20 años. A lo sumo, se producirá un silencio, y hasta algún hipócrita apoyará con un “ahá”, como para llenar el incómodo silencio. Esa misma noche, personas que saben de arte, y Vanguardistas de la Felicidad, regresarán a sus casas. Los primeros estarán algo disgustados por la presencia de mediocres en la exposición, mientras que los segundos, se irán a dormir con la mayor de las alegrías por un día lleno de reconocimiento intelectual. Si de ser felices se trata, ¿quién fue el boludo ese día?

- Sobre literatura: Quien requiera opinión sobre Jorge Luis Borges, por ejemplo, tiene una buena chance de econtrar alguna opinión tal como:

“Borges rompió todo esquema en la literatura, mezclando el cuento y filosofía, la realidad con la fantasía, utilizando tiempos divergentes, confluyentes, congelados, y colocando al hombre dentro de una constante: el laberinto”

A la hora de tomar la opinión de un Vanguardista de la Felicidad, lo notaremos reflexivo en un principio, seguramente pensando en si vió alguna pelicula hecha de alguno de sus libros. No encontrará. Enseguida recordará algún programa en el que se lo haya mencionado. Los medios de la cultura occidental no hacen más que dar herramienas de defensa al Vanguardista.

“Borges. Un genio entre genios. Sus libros son una obra de arte, uno y cada uno de ellos. Y eso que era ciego. No veía nada de nada. Personalmente le tengo una admiración increíble.”

- Sobre música: Una buena chance para analizar el comportamiento de los Vanguardistas más jóvenes. Previsualicemos un recital. Vamos a tomar por ejemplo un recital de U2. El auténtico fan va, y el Vanguardista también. Va porque sí. Nunca se sabe por qué van realmente. Van y punto. Ahí están. Un porcentaje asegurado en cualquier reunión, es el de los Vanguardistas. En fin. Los fans reconocen los temas conocidos apenas al 2do acorde, lanzando un grito de aprobación y emoción por el hit que estan escuchando. Una fracción de segundo después, y por efecto dominó, ahí está la ovación de los Vanguardistas, acoplándose a la ovación del verdadero fan.
Otro asunto es el de acompañar las canciones cantando. El Vanguardista no quiere ser menos fan que el que tiene al lado. Por eso, escucha cantar una letra que desconoce, y trata de reproducirla, una milésima de segundo después y sólo con vocales, que se camuflan entre tanta gente como la auténtica letra.
Por ejemplo. El fan:

“With or without you, with or wiiiithout you oh no. I can liiiiive, with or without you”

Vanguardista de la Felicidad:

“iiii ooo i aaaa uuuuuuu… iii o iiiiiiiiiii aaa uuuu oooooo. I aaaa iiiii. Iiii o iiiii aaaa uuuuu”

Al par de estribillos, ya asimilaron la repetición de vocales, e intentan aventurarse en el difícil mundo de las consonantes. Y así a lo largo de todas las canciones.

Así ven pues. Esta gente, sin más que algún cursillo corto de algo que les interese, del cual se puedan jactar luego como si fuera un auténtico doctorado. Leyendo las tres primeras páginas de un libro de Sidney Sheldon, y abandonándolo porque no tiene dibujos, para ir a mirar el programa de Rial. Ahí los tienen. Están en todos lados. Y son felices. Realmente lo son. Nosotros estamos ahí, trabajando, esforzándonos, con perdón de la expresión, rompiéndonos el culo, para lograr ser alguien, como los grandes, los que dejaron un legado. Pero Cervantes escribió el Quijote, un pilar de la literatura mundial, y murió pobre como cartonero, loco como tu madre, y manco como Scioli. No queremos terminar así. No como Cervantes. No como Scioli. Pero es un riesgo que estamos tomando. Ellos no lo toman, porque no está bueno tomarlo. Es todo más fácil. Y si no trascienden, bueno, al menos se ahorraron un tiempo en vida de amargura, que nunca es poco.
Por eso todos los que no somos mediocres deberíamos, al menos comenzar a respetar al Vanguardismo de la Felicidad, porque si bien nosotros ya estamos perdidos, todavía hay esperanza de que las nuevas generaciones dejen el exigente y sofocante ritmo de la ambición, miren dentro de mucho tiempo las fotos de sus abuelos, y se pregunten mientras toman tereré:
“¿Qué onda esta gente? ¿qué problema tenían?” .

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